UNA NOTICIA INESPERADA

UNA NOTICIA INESPERADA

Renfield apoya la culata del rifle contra su pecho y carga el proyectil. 

Falta muy poco para que la noche cierre y pierda la poca visibilidad que tiene. Diría que solo tiene un tiro. En situaciones normales tendría que aguantar la respiración, pero algo muerto disparando a algo vivo no parece ser una situación normal. Une la mirilla al cristal izquierdo de sus gafas y cierra el ojo derecho. Espera. Es la primera vez que hace algo así, pero trata de aparentar que lo ha hecho toda su vida, aunque nadie le esté mirando. Espera. Entonces silba, y dispara.

Qué preciosidad. Parece estar teniendo un sueño apacible. 

  • Joder, no pensaba que ibas a ser tan grande. Menos mal que me he traído la furgoneta, no quiero arrastrarte por toda la sierra y que te eches a perder. Debes estar perfecta para ella, ¿sabes? Venga, será mejor que nos larguemos ya.

Una de las salas del enorme edificio ahora es un taller, lleno de trastos y herramientas. Una vez que su última presa está a buen recaudo, Renfield va allí a terminar de pintar un tocón de árbol hecho en porexpan. No han quedado mal, y además estará oscuro. Parecerá un bosque real. De repente ve a una de las gatas. Joder, da igual dónde metas a esos jodidos demonios, acaban encontrando un puto hueco por el que colarse. 

Justo antes de atraparla, lo nota. Renfield pertenece a la Última Ronda, y sus instintos no suelen ser muy finos a la hora de percibir otras Bestias. Esta sí que la nota, y mucho. Corre. Este jodido sitio tiene varios sótanos y decenas de habitaciones, corre a cualquiera de ellas y cierra la puerta a cal y canto.

Al poco tiempo el peligro parece haber pasado. Vuelve a escuchar un maullido y eso le tranquiliza. Vuelve al taller, y encuentra a la gata subida en una mesa de trabajo. La gata le mira, y con un gesto suave y elegante tira un sobre al suelo. Qué cojones es eso, eso no estaba ahí antes.

Lo abre. Hay dos papeles. Como un acto reflejo, sin pensarlo, tira uno de ellos y coge el otro con dos manos. Lo mira fijamente, lo relee una y otra vez. Si fuese un vampiro a lo mejor le prendía fuego con la mirada, a saber qué pueden hacer esas sanguijuelas. A la enésima relectura, dobla el papel cuatro veces y lo guarda en su bolsillo trasero. Recoge el pequeño papel que había tirado, le echa un vistazo y también lo guarda, asintiendo ensimismado.

Ahora será mejor volver al trabajo. La noche ya está avanzada, no debe tardar en llegar. Coge el tocón y lo baja al sitio que ha preparado para él, rodeado de otros elementos artificiales que simulan un pequeño claro en un bosque. Solo falta el último golpe de gracia. Se acerca al centro, donde su presa yace hermosa, tranquila. Saca de su bota un puñal y lo hunde en su vientre. Mientras se marcha saca un mando, pulsa un botón y se escucha el eco de unas pequeñas puertas metálicas abriéndose. Maullidos. Sale de la habitación y cierra la puerta. Con un poco de sangre que hay en sus dedos, pinta en ella un triángulo apuntando hacia arriba, y lo tacha. Todo está preparado, el sacrificio ha sido hecho. Mira el triángulo tachado y una sonrisa irónica se dibuja en su cara. Solo espera que le plazca a su nueva diosa.

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