¿Quién es el esclavo?

El ser humano se caracteriza, a diferencia de otros animales, por tener raciocinio. Y con la razón, llegan las preguntas estúpidas. Las sanguijuelas, a su vez, no solo heredan características del ser humano, sino que las fomentan al alimentarse, literalmente, de ellas. 

La estupidez no iba a ser una excepción a esas características. Están condenados, por lo tanto, no solo a una potencial vida eterna, también a vivirla acompañados de esa estupidez que traían de casa, y que se va agravando progresivamente por: 

-La paranoia y desconfianza al verse rodeado de iguales,

-El horrible autodescubrimiento al quedarse solos,

-Un interminable goteo de preguntas que no tienen respuesta, y otras peores, las que sus respuestas importan poco o nada.

Querer saber quién es el Esclavo es un ejemplo de estas últimas. ¿Tiene esta estúpida pregunta una respuesta? Sí, claro. ¿Importa? Parece que no. Y es que tanto a la mayoría de cuerpos calientes como fríos, cuando se les señala a la Luna, se quedan embobados mirando al dedo.

La luna, en este caso, podría ser que la existencia de un esclavo conlleva irremediablemente la de su contrapartida, un amo. Quiero decir, nadie es esclavo de sí mismo, esa idea es una sencilla metáfora de clase de literatura. Incluso si lo observamos desde un prisma positivo, el voluntarioso esclavo sexual necesita de un partenaire para llevar a cabo el ejercicio de su gozo.

Sin embargo, y como ya hemos visto que las preguntas que suelen hacerse las sanguijuelas son fruto o bien de su estupidez, o bien de la amargura existencial, descartaremos cualquier prisma positivo, y nos quedaremos con la idea negativa de la palabra esclavo, y por lo tanto, de amo. 

Para ello nos basta con ir a la primera acepción de cada palabra en el diccionario. Esclavo es, dicho de una persona, que carece de libertad por estar bajo el dominio de otra. En cambio, de amo se dice que es el dueño o señor de la casa o familia. Nos tenemos que ir hasta la cuarta acepción para encontrar “dueño de esclavos”. ¿Ven hasta dónde llega? El diablo está en los detalles, ¿no creen?

Este ligero análisis podría inspirar dos nuevas preguntas, cuyo grado de estupidez dejaré a vuestro criterio, y que como veremos ramifican en más preguntas.

1.- A quién o qué correspondería la figura del esclavo, y a quién o qué la del amo: ¿Sanguijuelas nuevas y sanguijuelas viejas?¿Sanguijuelas baratas y sanguijuelas caras?¿Sanguijuelas muertas y sanguijuelas vivas? 

2.- Qué piensa hacer el esclavo respecto al amo (convendremos en que hacer la pregunta en sentido contrario no solo es estúpido, es innecesario por la obviedad de la respuesta): ¿Aceptar su condición?¿Rebelarse contra ella?

Quién es el esclavo, al fin y al cabo, no debería considerarse como una pregunta en sí misma. Quién es el esclavo es, paradójicamente, una respuesta. El esclavo es realmente la constatación de un hecho: el esclavo no es, el esclavo existe. 

Las preguntas que yo me haría, si me considerase mínimamente inteligente, es: ¿soy yo un amo?¿Debería tener miedo? Pero claro, ¿acaso puedo yo librarme de la estupidez inherente a la sanguijuela?

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