06 Ene Procesos
Me despierta esa sensación desagradable de no reconocerme.
Siempre, noche tras noche, toco mis colmillos con la punta de la lengua. Aprieto mis colmillos con la punta de la lengua. Saboreo mi nueva sangre de la punta de mi lengua. Qué putos cambios vendrán y se irán… ¿hoy mejor que ayer quizás?
Me despierta esa sensación desagradable de no reconocerme.
No sé si llegará el momento en el que lo logre. Llegará, sí, pero no me gustan las consecuencias para que eso suceda. De momento me mantengo a raya a mí misma, que ya es bastante…
La oscuridad está bien conseguida. Hacer y deshacer lleva a la práctica. Hago un amasijo de cuero con mi abrigo y lo meto en la mochila. Está vacía y tiene otro uso. Lo que necesito en cada momento lo cojo. Y punto. Mientras no necesito nada más, es una reafirmación de cómo se paró mi vida. ¿Qué más da? Solo importa lo que importa.
“Mírate, estás hecha una cerda. ¿Llevas la misma puta ropa? Qué asco de pelo joder, estás horrible… ¿y me vienes con broncas a las que ya no tienes derecho? Vete a la puta mierda Marta…”
La ventana, ya liberada, me muestra un paisaje que es una puta gozada. Mucho mejor que cerros pelados, joder donde va a parar. Estas piedras enormes y sus espléndidos habitantes, es de lo mejor de haber venido aquí… el paisaje y la tranquilidad. La tranquilidad… me descojono, yo buscando tranquilidad. Es jodidamente increíble pensar que en el momento de mi vida en el que me sentía más segura y más fuerte, cuando me iba a comer el puto mundo, pasé a sentirme totalmente indefensa y perdida en cuestión de horas. Asusta lo que en realidad hay ahí fuera y yo por mis cojones que no voy a existir con miedo… ni de coña… Aquí llevo casi un año tranquila. No sé cuánto seguirá así, llegará el momento en el que los que manejen el cotarro por aquí me digan ¿tú qué? O yo que coño sé…
Joder, me gustaría poder respirar este aire fresco y limpio, y una vez más repaso los sitios a los que quería haber ido, y las cosas que quería haber hecho, cuando recobré mi libertad… ¿Para qué? Para caer en una cárcel distinta. Hijo de la gran puta.
“No es un regalo, no te confundas, no vayas a creer que esto es como en las películas… no romantices nada zorra, porque no es algo que te hayas ganado. Serás una vergüenza entre los que comparten nuestra sangre, por que lo que he hecho contigo es castigarte de la mejor forma posible. No esperes de mí un mentor, por mucho que ahora te arrastre conmigo.”
Hijo de la gran gran puta.
Pero hoy me espera una noche divertida y eso me hace sonreír. Una de esas noches en las que disfruto de lo que ahora soy. Porque sí, claro que lo disfruto, joder, mucho. De esas noches en las que me hacen pensar en qué llegaré a convertirme, cuando por fin me despierte y me reconozca. No me ha costado encontrarle, hoy jugaré al gato y al ratón.
Abandono la sucia habitación en la que paso tan desapercibida, sabiendo que no volveré a ella. La elegí expresamente para disfrutar de la caza desde el comienzo de la noche. La moto sigue donde la dejé. Eytú no tarda en aparecer, se frota entre mis piernas y se estira sobre mí. Me maravilla su tamaño, sus patas casi me llegan a las tetas, es impresionante lo bonito que es. Le acaricio por placer mutuo, me siento mucho menos sola con él, abro la mochila para que salte a ella y con una sonrisa aún más amplia arranco la moto.
Me gustaría poder sentir el viento de verdad.
Siempre soñé con tener moto, pero le daba miedo que me pasase algo, y ahora… ahora no le da miedo nada. Puta ingenua, gilipollas de mierda. Espero que tardéis en encontrar camello nuevo, porque el cerdo que tenéis ahora no creo que os abastezca en un tiempo.
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