Huyendo en la noche

    Corre incansable campo a través. No recuerda cuándo fue la última vez que se sintió cansado físicamente. Su cuerpo reacciona y se mueve, inagotable, sin detenerse. No echa de menos el agarrotamiento muscular, ni el aire que falta en los pulmones hasta el punto de arder con cada inspiración. Tampoco le agrada tener que poner a prueba todo ello. Sus ojos brillan en la oscuridad, rojizos como dos orbes sanguíneos. Le permiten atisbar en la oscuridad como si fuese una noche despejada de luna llena, aunque son una clara ruptura de la Mascarada… Je… Un poco tarde para preocuparse por ello, en realidad.

           A su alrededor percibe el murmullo de incontables criaturas, pequeños roedores, aves nocturnas, e incluso insectos. Le acompañan en la huida, prestos a distraer la atención de los cazadores si se acercan demasiado. Los cazadores. Erik no es el cazador esa noche, y la fauna que le acompaña lo percibe con claridad meridiana.

-¿Por qué Erik-Cazador se comporta de extraña manera?- el graznido del cuervo le sorprende mientras se encarama entre dos árboles, para echar un vistazo a su espalda.

-¿Extraña manera?- el pensamiento de los cuervos era retorcido en ocasiones –Erik-Cazador corre, Erik-Cazador huye… No es una extraña manera en las presas.

-¿Erik-Cazador es presa?- la sorpresa en el instinto del pájaro le impacta como una bofetada, y contiene un gruñido que probablemente alteraría la comunión con los animales.

-Esta noche, si, Plumanegra… Esta noche si.

           Continúa corriendo, intentando recordar el plano aéreo que orbita difuso en su mente. El plano que ese mismo cuervo, Plumanegra, le mostró en varios vuelos alrededor de la zona. A su espalda brillan ocasionalmente haces de luz de color verde y rojo. Tienen información, conocen su capacidad, y no se detendrán en la cacería. No le vale con hacerse uno con la tierra. Quizás funcionaría, pero no está seguro. La incertidumbre es lo peor.

-Erik-Cazador no es presa- percibe o entiende la voz como un único ente, pero en realidad es la amalgama de zumbidos de una nube de mosquitos –Erik-Cazador tiene instinto en otra parte. No está cazando al cazador, por eso huye.

           La disonancia cacofónica no le molesta en realidad. Las nubes de insectos son así. La emoción transmitida en ese mensaje es lo que le perturba. Tienen razón. Unos jodidos mosquitos tienen razón. Su mente está distraída de lo esencial, preocupándose por otros. Nuevos aliados, viejas amistades. A su pesar deja escapar una lastimera parodia de carcajada. Un vampiro no tiene amigos ni aliados. Sólo gente que ocasionalmente le escucha. ¿Habrán salido de la casa? ¿Habrán sido capturados? Debería haberse quedado a vigilar… Reanuda la carrera, destrozando un árbol en el camino con sus garras. Un gesto inútil, nacido de la frustración, y que le pone en peligro, pues no pasará desapercibido para los chuchos de Servus. Disparos a lo lejos… Uno de sus señuelos ya no es efectivo.

-¡Silencio!- grita sin detenerse –¡Acudid a mí y alimentaos! Vuestro cometido esta noche es distraer o matar, pero lejos de mí, lejos de Erik-Cazador- la nube de insectos se lanza en tromba sobre él, como una manta de oscuridad que le envuelve dentro de la propia oscuridad. Siente sus picotazos y mordiscos, siente como beben ansiosos y parte de su propia esencia se va con ellos. La debilidad le asalta, pero con un poco de suerte, no necesitará ser la Fuerza durante mucho más. El pequeño lago se encuentra tras la siguiente loma.

           Una nube se aleja de la trémula luz de la luna, permitiéndole observar con facilidad. Sus perseguidores se encuentran lejos, desorientados, y pronto tendrán que luchar contra un enemigo al que no pueden golpear ni disparar. Es el momento. El momento de huir hacia abajo y desaparecer. Duda. ¿Qué haría el Oso? ¿Abandonaría la huida para luchar? ¿Retrocedería tras perder el rastro de los cazadores para ayudar a los otros? Un nuevo intento de risa se abre camino por su garganta. El Oso llevaría semanas en una cueva.

           Siente el frío del agua gélida del lago, aunque dicho frío no le incapacita. Nada parece afectar a su cuerpo desde hace tanto tiempo… Sus brazos le impulsan hacia el fondo, donde podrá descansar bajo el lecho del lago, pero… ¿Qué ocurrirá mientras tanto en la superficie? ¿Qué encontrará al salir? Esto es lo que ocurre cuando traicionas tus principios y te dedicas a ser un Señor y preocuparte por los más jóvenes, se dice mientras la tierra fría e inalterable le acoge en su seno…

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