Hora de Volver a Casa

La luz amarillenta que cuelga del techo de la habitación titila cada pocos segundos emitiendo un sonido eléctrico de forma intermitente. Sobre una inmensa mesa de madera oscura se acumulan recortes de periódicos en tal cantidad que se superponen unos con otros formando pequeñas montañas de información: Asesinatos, robos, tramas políticas, accidentes de coche, simples anuncios por palabras, atentados terroristas, noticias sobre la reciente pandemia… todo eso y más descansa sobre la mesa, desperdigado sin orden o relación aparente mientras unas manos enguantadas rebuscan sin descanso y su dueña lee los fragmentos una y otra vez.

– Diciembre del sesenta y siete… no, no, enero del sesenta y ocho. Eso es. Y esto es de… – sus manos cambian de papel de nuevo –  enero de dos mil diecinueve. Ajá. Me cuadra.

La mujer suelta ambos recortes a un lado y mira el viejo reloj que cuelga en una de las paredes de la pequeña habitación. Las cuatro y media de la mañana. Hace varias décadas que su cuerpo ha dejado de sentir cansancio pero el hastío… oh, eso es un sentimiento que ni siquiera su condición inhumana le ha conseguido quitar. Con un suspiro fingido, reminiscencia de una época anterior en la que tomar aire era algo necesario para que su cuerpo continuase trabajando, coge otros dos papeles de encima de la mesa. Su mirada se detiene en el titular de uno: “Continúa la búsqueda de Thomas Bridges” reza éste sobre la foto de un señor de unos cuarenta años, calvo, enchaquetado y con pinta de ser una suculenta víctima para muchos.

– Cada vez más, cada vez más. Que descuidados. No aprenden. Ya no se enseña como antes, no señor…

Tras eso, presta atención al otro recorte que tiene en la mano y algo que casi se podría definir como una sonrisa se dibuja en su cara. Inmediatamente se levanta de la silla en la que estaba sentada y se acerca a una estantería de la que coge un papel en blanco y un bolígrafo. Sin sentarse siquiera esta vez, hace hueco como puede en la mesa para apoyar el folio y comienza a escribir:

“Querido Santiago:

Cada vez los murmullos se hacen más fuertes y no puedo seguir ignorándolos. Tengo que descubrir que pasó y que está pasando. Es hora de volver a casa, es hora de volver a Madrid.”

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